Kopi untuk setiap orang

Desde el Warung, continuamos obsesionados con encontrar los parecidos razonables entre España e Indonesia, y el pasado viernes 20 de abril descubrimos que el debate sobre la Organización Territorial de ambos estados ocupaba numerosas páginas en los principales periódicos de uno y otro país. En realidad, esto tiene bien poco de especial si tenemos en cuenta que ambos países recurrieron a la descentralización del poder político como requisito indispensable para iniciar sendas transiciones a la democracia –aunque entre ellas haya más de 20 años de diferencia, 1975 en España, 1998 en Indonesia–. Como consecuencia de ello, la manera de organizar territorialmente el poder y la administración de éste en uno y otro país ha sido, no solo objeto de debate entre la opinión pública, sino también objeto de estudio para muchos académicos.

Los debates presentes en The Jakarta Post y en El País, respectivamente, giraban sobre argumentos distintos pero coincidían en la idea de trasfondo que los había generado: el fracaso de ambos modelos. En Indonesia, el modelo adoptado hace poco más de diez años ha sido duramente criticado porque se considera que ha fracasado en su intento de mejorar los niveles de desarrollo y de bienestar en el conjunto del país, así como en su objetivo de acercar la democracia a los ciudadanos. Sin embargo, hasta el momento, no se ha puesto en duda el modelo en sí. Entre otras cosas, porque hablar de un modelo indonesio es algo un poco osado ya que, la descentralización del poder político en Indonesia, es un proceso ex novo todavía en formación, del que apenas hay referencias históricas desde su nacimiento como Estado independiente.

En España, en cambio, las críticas al Estado Autonómico provienen de dos direcciones diametralmente opuestas que proponen un cambio de modelo en la Organización Territorial del Estado. Por un lado, los nacionalismos periféricos de las comunidades históricas que, cada vez más, abogan por una rotura con el Estado central; y por el otro, los centralistas más acérrimos, como la señora Esperanza Aguirre, que proponen una recentralización del Estado, y algunos, hasta la disolución de las autonomías. Existe también un tercer grupo, al que no se le da tanto revuelo en este país tan dado a los debates dicotómicos, que son aquellos que apuestan por la opción federal. Asimismo, en España, el debate se ha centrado, como ya decíamos en una entrada anterior, en el quién tiene la llave de la caja; algo que, en estos momentos de recesión económica, provoca que el debate se recrudezca y, probablemente, saque lo peor de cada uno. Solo hace falta escuchar al señor ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, para ver las ganas que tienen algunos de utilizar la crisis para todo lo que les conviene.

En Indonesia, el problema de quién tiene la caja no genera mucha discusión: Yakarta es la que reparte. Sin embargo, este hecho es el que genera uno de los mayores problemas en la organización territorial del poder político y que tiene que ver con la creación de nuevas regiones (un fenómeno que se conoce como Pemekaran Daerah, o expansión de las regiones), mediante las cuales, algunos líderes locales quieren adueñarse de los recursos del Estado (en cierta manera, la modalidad indonesia del “café para todos” español, kopi untuk setiap orang). Más allá de la corrupción que esto pueda generar y de las consecuencias de ésta en la provisión de servicios a los ciudadanos, el fenómeno de la Pemekeran Daerah ha favorecido el conflicto entre regiones limítrofes porque, en muchas ocasiones, los líderes locales han apelado a rasgos primordiales como los relacionados con una etnia o una creencia religiosa determinadas (pero difíciles de fundamentar históricamente) para justificar la creación de una nueva regencia y/o provincia, a partir de la escisión de otra ya existente.

Estas regiones de nueva creación, en su gran mayoría, han suspendido la evaluación realizada por el Ministerio del Interior indonesio para controlar su nivel de actuación en términos de “buen gobierno”, competitividad, provisión de servicios y mejora del bienestar (de las 205 regiones creadas entre 2001 y 2008, año en que se establece una moratoria para la creación de nuevas regiones, el 70% han puntuado por debajo de un nivel aceptable). Ante esta situación, una de las soluciones propuestas por los expertos con el objetivo de mejorar la actuación del Estado en la mejora del bienestar de sus ciudadanos, la cual consiste en unir las regiones que no “actúan” correctamente con algunas colindantes que sí lo hagan, plantea serios problemas. Y es que parece muy difícil que dos comunidades que han entrado en conflicto por el control de unos recursos provenientes de Yakarta, olviden su pasado más reciente (en algunos casos, menos de 5 años) y vuelvan a unirse bajo una sola administración.

Sea como fuere, en los países donde se debe adoptar un modelo de organización territorial del Estado que tenga que amoldar, no solo los elementos estrictamente administrativos y de poder, sino también aquellos de carácter simbólico, como puede serlo la acomodación de diferentes naciones, etnias o comunidades con identidad colectiva propia y diferenciada de la mayoritaria, la selección de un modelo u otro nunca estará libre de conflicto y será siempre susceptible de ser llevada a debate. No obstante, en lo que a la provisión de servicios y a la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos se refiere, más allá del modelo de Estado, algo que también afecta negativamente es la calidad y la integridad de los gobernantes, tanto a nivel nacional como a nivel local y/o regional. Una cuestión que en Indonesia, pero también en gran medida en España, deja mucho que desear.

Imagen: http://warungmassahar.blogspot.com.es/

Algunas lecturas relacionadas:

Van Klinken, G. (2007): Communal Violence and Democratization in Indonesia, Abingdon, UK y Nueva York, USA, Taylor and Francis.